Solaris
El mundo de Solaris es frío, ascéptico, esterilizado, artificial, sofisticado y muy, muy racional. La Tierra, al parecer se está quedando sin recursos y un psicólogo es enviado a la estación espacial del planeta Solaris a investigar los problemas nerviosos de la tripulación, la cual ha perdido contacto con el centro de comunicaciones. Todo está tan automatizado, que resulta de una impersonalidad alarmante.
La historia básica de Solaris se ha conservado, pero en la nueva versión del 2002 se condensó la duración muy bien en apenas hora y media (había momentos del filme ruso donde se abusaba de la lentitud y de las tomas en la autopista en la ciudad que parecían no llevar a ninguna parte) pero se dejó de lado la solarística (la ciencia que estudia el planeta Solaris, una especie de exobiología), que en el libro se extendía demasiado, lo cual llegaría a ser muy fatigoso para los espectadores (a nivel narrativo, de hecho el ritmo es muy lento, pausado e intimista), pero a la solarística bien se le pudo mencionar en el filme como parte de la informática (como en Minority Report y su asombroso software y mundo informático), incluso pudo haber tocado el tema de la cibernética de la nueva sociedad que se muestra (aunque Solaris no llega a ser una distopía totalmente, como las de Aldous Huxley, Bradbury o George Orwell, sólo tiene algunos puntos en común). Un detalle aceptable es que se le agregaron pinceladas de un drama al lienzo del filme: vemos que Chris tuvo un problema en su pasado cuando terminó su relación abruptamente con su compañera de carrera, ya que el quería ser un profesionista exitoso y no le interesaba formar una familia (así es el mundo laboral: frío, muy intelectual, muy eficiente y competitivo, pero vacío e impersonal). Esta ruptura de Chris que viene cargando desde el pasado será el detonante de extraños y nuevos sucesos en la estación espacial, ya que estos recuerdos lo seguirán atormentando hasta convertirse en fantasmas de la memoria (literalmente).
Solaris del 2002 está diferenciada en 3 partes:
1.La primera media hora es muy buena, se plantea el problema sin explicar mucho a la audiencia. El acabado visual es impresionante: la fotografía, el diseño y la música minimalista (variaciones de temas de Bach), todo de un buen acabado cinematográfico.
2. Luego de saber lo que está pasando en la estación la película se vuelve muy pausada y de un tono intimista donde conocemos parte del pasado del protagonista y el drama con su mujer.
3. Hacia el final por el ritmo lento de la narración y por no aprovechar las reglas del juego que están proponiendo (a fin de cuentas es como un relato de una «casa embrujada» en el espacio), la película ha perdido mucho fuelle y el final, anticlimático por abierto y por no contestar a las principales interrogantes que se plantean.
Solaris es un remake del filme homónimo de Tarkovski de 1972 (premiado en el Festival de Cannes de ese año y considerada «la rival» de 2001: Odisea del Espacio, de Kubrick, de 1968) y basado en la novela de Stanislaw Lem, un viejo conocido para los amantes del sci fi. La versión de Soderbergh sólo dura 99 minutos – una hora menos que la larguísima y densa versión de Tarkovski -, pero por momentos nos parece eterna debido a que los cineastas de la nueva versión se mostraron inseguros (o no revisaron a fondo la novela de Lem) a la hora de desarrollar la premisa, que daba mucho juego.
Alejandro Franco opina en su crítica: «Al copiar los estilos que Kubrick usó en 2001: Odisea del Espacio, Soderbergh padece de los mismos problemas de tempo cinematográfico: los protagonistas tienen diálogos muy escuetos y son muy reflexivos por largos intervalos de tiempo. Sin duda ello contribuye a generar el clima necesario que precisa el relato, pero son tiempos muertos bastante incómodos para el espectador standard.»
La belleza atípica de la pareja de Kelvin (la actriz Natascha McElhone) y lo complicado de su relación debido la incapacidad de ambos para comunicarse, no son sino reflejos de la incapacidad de la expedición para establecer un contacto con una inteligencia superior en el planeta Solaris, un inmenso mundo oceánico, pero que tiene conciencia de sí mismo y empieza a advertir a unos molestos visitantes, los humanos. Soderberg condensó mejor la versión de Tarkovsky, que era muy, muy densa, y prefirió optar por el drama, por «humanizar» la historia en medio de ese futuro frío, ascéptico, distante. Uno siente el tedio, el aburrimiento y el sinsentido con los personajes, de manera realista, pues tal debe ser el tedio de una verdadera misión espacial. El final, abierto, anticlimático y chocante es la frustración de los esfuerzos humanos por entender el universo.
Otra posible interpretación, es que uno podría asumir que en realidad Solaris es un planeta viviente, una megamente oceánica, planetaria, cósmica – lo que efectivamente es -, pero resulta difícil descifrar su propósito. Si las entidades que aparecen son aliens que intentan comunicarse con los humanos mediante una apariencia conocida – hermanos, esposas, parientes muertos – a la manera del monolito del filme de Kubrick, o si el planeta les da el «poder» a los humanos para materializar a sus seres queridos de manera inconsciente (y estudiar su psicología). Otra explicación posible es que Solaris sea una suerte de «concentrador de almas», «purgatorio espacial» – debido a la luz blanca que los moribundos ven, van y donde encuentran finalmente a sus seres queridos, como Chris Kelvin -. Esta última posibilidad resulta fascinante y significaría que la expedición se ha encontrado con el límite entre lo humano y lo divino (tal como 2001: Odisea del espacio).
Los temas principales de las novelas Stanislaw Lem giran alrededor de la cibernética (de la cual es un apasionado) y de la (in)comunicación, tanto entre humanos como con otras formas de vida. En esta historia Lem te habla de la solarística, la ciencia que estudia el planeta Solaris, elaborada por geólogos, topógrafos paleontólogos, físicos, astrónomos, pero Lem se muestra pesimista respecto a establecer comunicación o entendimiento con una enorme inteligencia «autista» (el planeta entero es como una enorme mente espacial). Según Wikipedia, aunque muchas de sus obras tienen un tono humorístico innegable, en la mayoría de ellas se encierra un profundo pesimismo respecto a la condición humana. En sus primeras obras sigue la pauta de otros autores socialistas con sendas utopías: Los astronautas (1951) y La nebulosa de Magallanes (1955).
El jardín de senderos que se bifurcan: En Congreso de futurología, un relato de 1971 que guarda semejanza con el Fundación, de Isaac Asimov, Lem retoma a su personaje de Ijón Tichy para situarlo en un congreso de futurólogos, tal como en la serie Fundación, Asimov presentaba la ciencia de la «psicohistoria» (el estudio de la demografía y la cultura a través de las edades de la civilización en el espacio). Pero Stanislaw Lem está siendo revalorizado como uno de los mejores exponentes del hard sci fi (la ciencia ficción «dura», llena de datos científicos, con su propio discurso científicamente posible), Alianza Editorial le ha dedicado una colección, la Biblioteca Lem con sus principales títulos, como la Biblioteca Borges. Solaris es una de las novelas más conocidas de Stanisław Lem que transcurre en el planeta de nombre homónimo, fue publicada en Varsovia (Polonia) en 1961.
Al parecer, se tomaron en cuenta diseños de Syd Mead para la nueva versión de la estación espacial de Solaris.
Finalmente, el mismo Pablo del Moral nos recomienda en su crítica que «es muy gratificante ver auténtica ciencia ficción en el cine, en vez de las baratas aventuras cósmicas que frecuentemente tenemos que tragar como pobre reemplazo. Quien quiera ver rayos láser, veloces naves espaciales y alienígenas computarizados, mejor que revise las nuevas de Star Wars. Pero quien añore el valor intelectual y narrativo de la auténtica ciencia ficción, hará bien en ver Solaris…» además de disfrutar de la belleza plástica y minimalista del filme, un drama aceptable aunque convencional y que se toma su tiempo aún en su corta duración de 100 min.